Los diferentes tipos de tratamientos que se pueden aplicar dependerán de cuál es el proceso que media la inflamación. En los casos de trasfondo alérgico, existen multitud de fármacos que se pueden emplear para controlar dicha reacción. Sin embargo, la mayor parte de enfermedades con trasfondo inflamatorio requieren pautas de corticoides ya sean tópicos, locales u orales para su control. Aunque los corticoides son fármacos eficaces, causan importantes efectos secundarios, por lo que el uso de terapia immunomoduladora se hace imprescindible.

La base de la terapia inmunomoduladora son los agentes citóxicos.  De manera general existen tres grandes grupos de agentes: los agentesalquilantes como la ciclofosfamida o el clorambucilo, los antimetabolitos como el metrotexate y la azatioprina y los inhibidores de células Tcomo la ciclosporina o el tracolimus.

Por otro lado, el desarrollo de los nuevos fármacos biológicos tiene como objetivo la modulación del sistema inmune a través del bloqueo selectivo de citoquinas pro-inflamatorias involucradas en la patogenia de determinados procesos inmunes. Los más usados son los fármacos anti-TNF-α, como el Infliximab o el Adalimumab.

El empleo de la inmunomodulación tiene como objetivo fundamental el preservar la función visual, y casi siempre, esta meta sólo se consigue a costa de eliminar completamente la inflamación. Ya que estos fármacos son potencialmente muy tóxicos, es necesario evaluar la relación riesgo/beneficio, por lo que la monitorización del paciente ha de ser muy estrecha.

En definitiva, la inmunomodulación en la oftalmología, piedra angular en el tratamiento de una unidad de Inmunología Ocular, alcanza una alta efectividad si se indica correctamente, y es muy segura si se acompaña de la adecuada monitorización, teniendo siempre en cuenta que si bien sus efectos adversos pueden llegar a ser letales, o aún desconocidos para los nuevos fármacos (etanercept, infliximab, daclizumab, etc.) nunca alcanzan los niveles de la quimioterapia antineoplásica.